Los líderes de la Unión Europea y el presidente de China, Xi Jinping, aprobaron el pasado 30 de diciembre de 2020, un principio sobre un ambicioso acuerdo de inversiones que abriría el enorme mercado chino a las empresas de la UE, pese a las preocupaciones de la UE por las supuestas constantes violaciones de Beijing a los derechos laborales y humanos.

El acuerdo de inversiones entre ambos bloques, que se llevaba negociando desde 2014, abriría la puerta a que las empresas europeas pudieran operar en el país asiático, eliminado trabas y limitaciones legales que han impedido que las compañías del Viejo Continente tengan el mismo acceso al mercado chino que las empresas chinas han tenido al mercado europeo. Entre las limitaciones que eliminaría este preacuerdo acuerdo están las restricciones cuantitativas, que impiden que empresas extranjeras puedan operar libremente en China, por lo que necesitan un socio local para formar una ‘joint venture’ (Empresa Conjunta).

Asimismo, busca mejorar la igualdad de condiciones para los inversores europeos al fijar "obligaciones claras" para las empresas estatales chinas, prohibir la transferencias de tecnología forzosas y otras prácticas que distorsionen la competencia, y reforzar la transparencia de los subsidios públicos. "Las compañías de la UE se beneficiarán a partir de ahora de un trato más justo cuando compitan en los mercados chinos.

En fin para la UE, es un gran logro ingresar al mercado chino y aumentar la competencia entre los inversores chinos y europeos. No obstante, son muchos los expertos internacionales que sitúan al gigante asiático como el claro ganador, siendo este acuerdo el más importante desde el punto de vista geopolítico y económico desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio en 2001, ya que coloca a China en una posición invulnerable y ayuda a aislarla de los esfuerzos de EE.UU. para excluirla del comercio y la inversión globales.

A razón de esto, para China el acuerdo les permitirá creará más oportunidades para la cooperación entre ambas partes, traerá beneficios tangibles a las empresas de ambos lados, y aumentará la confianza política mutua. Asimismo, en medio de la pandemia del COVID-19 y la desaceleración económica mundial, la finalización de las negociaciones del acuerdo de inversión es una de las acciones concretas que China y la UE han tomado hacia la construcción de una economía mundial abierta y la defensa del sistema de comercio multilateral, también ayudará a estabilizar y agilizar las cadenas industriales y de suministro globales e inyectar impulso a la recuperación económica mundial.

China logra tener como socio a un mercado de más de 450 millones de consumidores ante el incierto rumbo que pueda emprender la Administración de Biden. Beijing mantiene además, la posición inversora que había logrado en Europa e incluso la amplía al conseguir acceder a sectores como las energías renovables. Y todo ello justo cuando las capitales del bloque empezaban a estar más unidas en el convencimiento de que había que plantar cara a las supuestas prácticas poco leales de China.

En el plano político, el acuerdo sería un golpe contundente contra la política del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, que durante su mandato ha sustituido el orden internacional multilateral por la proclama "América Primero". Trump sacudió el sistema económico de la posguerra al dejar de lado a la Organización Mundial del Comercio, iniciar una guerra comercial contra China y castigando o amenazando a sus aliados en Europa. Las relaciones entre la UE y China han sido, también, muy tensas durante el año 2020. La ley china que restringe la autonomía de Hong Kong ha provocado severas críticas en toda Europa, mientras que la UE ha acusado a Pekín de la difusión de desinformación sobre el coronavirus.

Ante la guerra, primero comercial, después tecnológica y luego de sanciones a funcionarios chinos y de descalificaciones casi diarias desatadas por Trump, China desplegó todos sus esfuerzos en aproximarse a Europa, destacando, la visita que realizó a finales de agosto de 2020, el Consejero de Estado y Ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, por Alemania, Francia, Italia y Holanda con la intención de convencer a los principales países de la UE de la necesidad de cerrar el acuerdo de inversiones para poder avanzar en otros campos.

Es importante resaltar, que Europa se convirtió en 2020 en el segundo socio comercial de China tras los países del sudeste asiático, y la fuerte presencia de las grandes industrias alemanas y de otros estados europeos en el país es fundamental para ambos. China es uno de los mayores socios comerciales de la Unión. Según Eurostat, la UE exportó en 2019 bienes por valor de USD 242 mil millones al país. En total, el flujo comercial entre ambos supera los USD 615 mil millones.

El pacto llegó tras siete años de negociaciones y después de que China se haya comprometido con Bruselas a avanzar hacia la ratificación de las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), incluidas las relativas a los trabajos forzados; pero pasarán varios meses hasta la firma y su posterior entrada en vigor. Cabe destacar, que hay que considerar que la suscripción de este instrumento jurídico es un texto preliminar, por lo que debe tenerse en cuenta, que el mismo puede irse retrasando en función de la política exterior tanto de la UE como de los EE.UU., que a pesar de no estar incluido en la negociación, puede evidenciarse la clara unión entre estos bloques de poder para tratar frenar el inminente crecimiento de la nación asiática.

China acaba el año de la pandemia con el cierre de dos grandes acuerdos claves, de los que Washington se ha quedado fuera: el de la UE y el de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el pacto de libre comercio más importante del mundo en términos de producto interior bruto (PIB), firmado el pasado noviembre.