El mundo al revés: Asia fabrica la riqueza, EE.UU. la imprime y Europa la regula


El mundo al revés: Asia fabrica la riqueza, EE.UU. la imprime y Europa la regula

16 Septiembre, 2025

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El orden económico mundial parece haber entrado en una centrifugadora de absurdos. Mientras el dólar estadounidense, ese anciano emperador del sistema financiero, intenta mantenerse en pie tambaleándose como un borracho en una taberna. Por su parte, el oro el activo refugio por excelencia de los agoreros y los conservadores bate récords de valor como si no hubiera un mañana. Y, en el centro de este terremoto, Asia consolida su imparable ascenso, no con discursos, sino con fábricas, chips y una fría determinación que deja obsoletos los manuales de economía occidental.

La escena es tan irónica que duele. Durante décadas, el mundo funcionó con un guion simple, el dólar era fuerte, el oro era un fósil brillante y Asia era la mano de obra barata. Hoy, el guion lo ha escrito un autor con una gran imaginación y sentido del humor. Las potencias asiáticas, lideradas por China por supuesto, pero con el empuje de India y el sudeste asiático, ya no se conforman con ensamblar los iPhones; ahora quieren diseñar los suyos propios y, de paso, comprar las minas de litio y cobre donde se extraen los materiales.

Por su parte, el dólar, sufre una crisis existencial. Su fortaleza siempre se basó en una fe inquebrantable, la de que Estados Unidos era el acreedor impagable e incuestionable del mundo. Pero una deuda nacional que parece el marcador de una máquina tragaperras, combinada con una polarización política que amenaza con dejar el país sin presupuesto cada dos por dos, ha hecho que hasta sus aliados más fieles miren hacia otro lado y susurren sobre la necesidad de "desdolarizar". ¿El resultado? La moneda rey baila un vals tambaleante, y cada paso en falso es una celebración en las bolsas de Shanghai y Bombay.

Y en medio de este caos, brilla el oro. El metal precioso, el favorito de los abuelos que desconfiaban de los bancos, está viviendo su momento de gloria en la era de los bitcoins y la inteligencia artificial. ¿La razón? Una desconfianza global perfecta. Los inversores no confían en la volatilidad de las criptomonedas, ven con recelo la debilidad del dólar y observan con pánico la geopolítica. Así que, en un giro clásico, corren a refugiarse en lo único que ha mantenido su valor desde que el ser humano aprendió a fundir metal, en un lingote. Es el triunfo supremo de la nostalgia sobre la innovación.

Mientras tanto, Europa observa el espectáculo desde la barrera, ocupada en dirimir si la inteligencia artificial debe regularse bajo el paraguas del "principio de precaución" o del "enfoque ético basado en derechos". Una discusión vital, sin duda, para un continente que se arriesga a no tener ni industria que regular ni un euro suficientemente fuerte como para comprar el oro que tanto cotiza.

El mensaje que envían los mercados es claro, aunque incómodo de digerir, el futuro se escribe en Asia, con tinta de componentes electrónicos y materias primas; el presente se paga en un dólar que cada vez inspira menos confianza; y el valor real, el de último recurso, sigue enterrado en el suelo, esperando a que todo lo demás se desinfle. Un mundo al revés, donde lo único predecible es la imprevisibilidad misma.



etiquetas: Economía Geopolítica

Juan Carlos Briceño Autor

Objetividad

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