El mercado petrolero está en alerta tras la decisión de la OPEP+ que prepara un aumento en la producción desde octubre, aunque será más comedido que en meses anteriores. Se espera que el grupo acuerde incrementar entre 135,000 y 350,000 barriles por día (bpd), frente a los 547,000 bpd añadidos en septiembre, como parte de su pausa activa en recortes acumulados desde abril.

Dicha estrategia refleja una mezcla de cautela y cálculo político, la OPEP+ ya ha revertido parte de sus recortes equivalentes al 2.4 % de la demanda global respondiendo a presiones de EEUU para que reduzca precios y recupere cuota de mercado. Sin embargo, el ritmo más lento apunta a una planificación estratégica, no mostrando excesos súbito que colapsen los precios, ni rigidez que intervenga en el flujo normal del mercado.

Además, los precios del crudo dejaron ver esas tensiones, el Brent cayó más del 2 % antes del fin de semana, y siguió cediendo conforme aumentaron las expectativas de mayor producción y se sumó un sorpresivo incremento de inventarios en EEUU 2.4 millones de barriles en plena época de mantenimiento estacional de refinerías.

Esto ocurre mientras el mundo petrolero se reordena, el exceso de oferta amenaza con encender una nueva ola de precios bajos, justo cuando sectores económicos clave apenas afrontan inflación y cuotas financieras precarias. Una ironía cruel, justo cuando el mundo ansiaba aire en el motor, lo recibe... y lo respira con cautela.

Asimismo, la OPEP+ ajusta la manija, no la abre del todo. Cada barril que entra es calculado, como si el petróleo fuera moneda diplomática más que commodity. El mercado no celebra, examina cada movimiento. Hoy, todavía no hay fiesta; hay guardia. Y en este juego, el que regula la llave imprime también la narrativa del precio.