El oro no se detiene: refugio eterno en tiempos de deuda infinita


El oro no se detiene: refugio eterno en tiempos de deuda infinita

09 Septiembre, 2025

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El oro volvió a romper techos y ya cotiza en 3,659 dólares por onza, consolidando un rally que lo ha llevado a subir casi un 40 % en lo que va de 2025. Lo que hace apenas unos años era visto como reliquia financiera se ha convertido en la estrella absoluta de los mercados, desplazando a bonos y divisas tradicionales como activo refugio. Y la ironía es evidente, el metal que no paga intereses, que no rinde dividendos, se ha vuelto más confiable para gobiernos y bancos centrales.

La escalada tiene varias raíces. Primero, la expectativa de recortes agresivos de tasas por parte de la Reserva Federal tras los débiles datos laborales de agosto. Los inversores apuestan a que el dinero volverá a ser barato y, como siempre que la liquidez se expande, el oro se revaloriza. Segundo, el debilitamiento del dólar sacudido por déficits crecientes y dudas sobre la independencia de la Fed frente a Trump ha reforzado al metal como alternativa universal de valor.

Un tercer factor es geopolítico, guerras abiertas en Ucrania y Gaza, tensiones crecientes en Asia, sanciones cruzadas entre Occidente y Rusia, y la constante amenaza de una recesión global convierten al oro en el único activo que no depende de promesas políticas. En palabras de la analista Rhona O’Connell (StoneX): El oro se compra cuando el mundo está en llamas, y ahora mismo arde en demasiados frentes”.

Además, los bancos centrales también juegan su papel. Según el Consejo Mundial del Oro, las reservas oficiales han alcanzado máximos históricos, con China, Turquía e India liderando las compras. En parte, es un movimiento defensivo contra la hegemonía del dólar; en parte, es un seguro frente a posibles sanciones financieras. Teniendo a cada lingote adquirido en un voto de desconfianza al sistema monetario actual.

Asimismo, la ironía no se escapa de los analistas, el mismo oro que durante décadas fue visto como un activo “anticuado” hoy parece el único moderno en su lógica simple, pesa, brilla y no depende de discursos presidenciales. Como ironizó Nouriel Roubini El oro no tuitea, no hace promesas y no imprime déficit. Por eso funciona”.

El récord, sin embargo, no es un juego sin riesgos. El alza tan pronunciada genera temor de burbuja en algunos sectores. Fondos especulativos han entrado con fuerza en futuros, y eso puede amplificar la volatilidad si la Fed decepciona con recortes más tímidos o si la tensión geopolítica se enfría. Pero en el corto plazo, nadie parece querer bajarse del tren dorado.

La consecuencia práctica es clara, para los gobiernos endeudados, el mensaje es demoledor. Si los inversionistas prefieren lingotes antes que bonos soberanos, significa que la confianza en la capacidad de los estados para manejar sus finanzas está en mínimos. Y ese es un golpe simbólico tan grande como económico, el oro se convierte en un voto de censura a la política fiscal global.

El oro no es solo refugio, es termómetro y espejo. Cada récord alcanzado es la señal de que el sistema financiero tradicional pierde credibilidad y que los mercados ya no confían ciegamente ni en el dólar ni en los bonos. En este 2025, el “barbarous relic” de Keynes luce más vivo que nunca, coronado como rey silencioso de un mundo que desconfía de todo menos de lo que brilla en la bóveda.




etiquetas: Economía

Juan Carlos Briceño Autor

Objetividad

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