Putin y Lukashenko juegan al 'Risk' en la puerta de Europa: ¿Ejercicios o preludio?

12 Septiembre, 2025
0Mientras Europa se enfunda en sus abrigos para afrontar el invierno, preocupada por el precio del gas y la inflación, el Este del continente se viste con un uniforme mucho más grueso y ominoso. La última incursión militar rusa y los masivos ejercicios conjuntos con Bielorrusia no son solo una muestra de fuerza; son un recordatorio calculado de que, para el Kremlin, la guerra fría nunca terminó, solo se puso en pausa. Y Minsk, el aliado más leal de Moscú, ha pulsado feliz el botón de reanudar.
Al respecto, la narrativa oficial enviada desde Moscú y Minsk es tan transparente como predecible, se trata de "ejercicios de defensa rutinarios". Sin embargo, la escala y el timing de estas maniobras, bautizadas con un nombre que sugiere fortaleza y unión, son cualquier cosa menos rutinarias. Decenas de miles de tropas, carros de combate y aviones de combate se desplegaron en un abrir y cerrar de ojos a lo largo de la frontera occidental de Bielorrusia, rozando países de la OTAN como Polonia, Lituania y Letonia. Una "rutina" que parece más bien el ensayo general de una obra cuyo final todos temen conocer.
Además, la ironía de todo esto, es espesa. Europa, que creyó que la dependencia energética sería el campo de batalla principal con Rusia, se encuentra ahora mirando fijamente a tanques reales en su frontera. Los líderes europeos, que pasaron meses negociando el precio del gas por centavos, ahora deben calcular el costo intangible de la seguridad y la soberanía de sus aliados del Este. El continente que soñaba con ser una potencia normativa y verde se ve forzado a recordar abruptamente cómo se habla el lenguaje del poder duro.
Para los países bálticos y Polonia, esto no es un ejercicio teórico ni una bravuconada distante. Es un déjà vu de la historia más oscura del siglo XX. La sensación de asedio es palpable, y la retórica de Moscú, que acusa a la OTAN de expansionismo agresivo, suena a un gigante quejándose de la sombra de un enano. La incorporación de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica, una respuesta directa a la invasión de Ucrania, es ahora usada por Putin como justificación para esta nueva escalada, en un razonamiento circular que dejaría perplejo a cualquier lógico y a lo cual pareciera no están preparados.
Por otro lado, en los pasillos del poder en Bruselas y Washington, la respuesta es una mezcla calculada de calma y preocupación. Públicamente, una especie de downplay a la amenaza, se habla de "vigilancia" y "disuasión". En privado, los estrategas militares trazan líneas en mapas y se preguntan si la máquina de guerra rusa, ya comprometida en Ucrania, tiene realmente la capacidad para abrir un segundo frente. La apuesta de Occidente parece ser que se trata de una jugada de desgaste psicológico, un intento de desviar atención y recursos de Ucrania hacia la defensa de su flanco norte.
Pero la mayor ironía podría estar reservada para el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko. Una vez visto como un equilibrista que jugaba con Moscú y Occidente, ahora se ha convertido en poco más que un gobernador regional del Kremlin. Al permitir que su territorio se convierta en una plataforma de lanzamiento para la provocación rusa, ha canjeado la ya menguada soberanía de su país por unos años más en el poder. Es el anfitrión de una fiesta que podría destruir su propia casa.
El mensaje final que envían Moscú y Minsk es muy claro, la estabilidad de Europa es ilusoria y puede ser revocada en cualquier momento con una simple orden. Mientras los europeos debatían sobre transiciones verdes y regulaciones digitales. El continente se despierta, una vez más, con el frío sobresalto de darse cuenta de que la paz no es el orden natural de las cosas, sino un frágil paréntesis entre un conflicto y el siguiente. Y este invierno, el termómetro geopolítico marca grados bajo cero.
etiquetas: Defensa Geopolítica

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