La UE ante el espejo: Draghi advierte que los rivales globales nos adelantan

16 Septiembre, 2025
0En un espectáculo que se repite con la puntualidad de un reloj suizo producto que, por cierto, ya no lo fabrican como antes, la élite europea se ha reunido otra vez para, entre canapés de queso de denominación de origen protegida, mirarse al espejo y llevarse las manos a la cabeza. El encargado de romper el cristal esta vez ha sido Mario Draghi, el antiguo mago del BCE que ahora se dedica a diagnosticar enfermedades terminales con la flema de un patólogo.
Al respecto, su diagnóstico, presentado en un informe de cientos de páginas que probablemente nadie en la Comisión leerá completo, es simple y demoledor, el mundo nos adelanta y nosotros seguimos regando el geranio. Mientras China fabrica, Estados Unidos subsidia su industria verde a lo bestia, y hasta India innova a marchas forzadas, la Unión Europea por su parte debate. Y luego regula el debate sobre la regulación.
Es por ello, que Draghi, con esa elegancia italiana que suaviza hasta las peores noticias, ha venido a decir lo que todos saben pero nadie osa admitir en voz alta, nos hemos convertido en el museo al aire libre de la globalización. Somos admirados por nuestra historia, nuestra cultura y nuestras vacaciones de 35 días al año, pero se nos compra cada vez menos porque somos caros, lentos y estamos paralizados por una burocracia kafkiana que considera una amenaza existencial mayor a un pepino que no cumpla la curvatura reglamentaria que a un desplome industrial.
Pero la ironía suprema reside en el mensajero. Draghi, el mismo que con su famoso “whatever it takes” en 2012 salvó el euro con un chute de liquidez sin precedentes, ahora advierte de que el problema ya no es la liquidez, sino la irrelevancia. Su solución es predecible, más Europa. Más integración, un mercado de capitales único, invertir en tecnologías punteras y simplificar el laberinto normativo. Es decir, pedirle al paciente moribundo que se apunte al gimnasio, siga una dieta estricta y se opere la cadera. Un plan sensato, lógico y, por tanto, condenado al fracaso en un continente donde el interés nacional sigue primando sobre el común y donde cualquier avance requiere la aprobación unánime de 27 países, cada uno con su propio trauma histórico y su lobby agrícola que proteger.
La reacción en Bruselas ha sido, cómo no, ejemplar. Los líderes han asentido con grave preocupación. Han elogiado el “exhaustivo y valioso” informe de Draghi. Han prometido “estudiarlo con la máxima atención” y “extraer conclusiones ambiciosas”. en otras palabras, lo archivarán en un cajón junto al informe de la última cumbre sobre competitividad, el de la cumbre anterior sobre innovación y el plan para crear un Silicon Valley europeo… en 1999.
Mientras tanto, la realidad sigue su curso. Las empresas europeas del futuro, esas que deberían competir con Tesla o ByteDance, se ahogan en papeleo o emigran a donde las financien y no las abrumen con directivas. Nuestros rivales no nos esperan. No nos envían cartas de condolencia. Simplemente, nos adelantan por la derecha y por la izquierda, mirando de reojo ese jardín europeo, tan bien cuidado, tan ordenado y tan… predecible.
El espejo que Draghi ha puesto frente a la UE refleja una imagen incómoda y a la verdad muy incomoda, que muestra un poder económico que, en su obsesión por preservar su bienestar y regular hasta el último resquicio de la vida, se ha quedado dormido en los laureles. Y ahora se despierta, sobresaltado, solo para darse cuenta de que el mundo ya no está esperando a que termine su siesta.
etiquetas: Economía Geopolítica

Juan Carlos Briceño Autor
Objetividad
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